La última despedida

Domingo 18 de Octubre, 11:34h.
Llevaban horas mirándola. Les habían dicho hacia más de una semana que tenían que desconectarla, y aunque en sus corazones siempre habían albergado la esperanza de que ese fatídico día nunca llegaría, después de tres años, no se lo podían creer. No podían darla por muerta, aún les parecía irreal.
La habitación, fría y oscura, contenía en su interior a tres personas que eran muy cercanas a Tatiana. Cada uno de ellos sentían diferentes cosas pero siempre con algo en común, tristeza. Mario, su hermano, no podía evitar pensar en cómo cambió su vida desde aquella noche y en lo injusta que es la vida quitándole lo poco de felicidad que le quedaba, Pedro se negaba a creer que aquello estuviera sucediendo y Miriam que miraba sin parpadear a su mejor amiga, inmersa en su mundo, recordando momentos tan especiales junto a ella y a Mario. Miraban su tez, blanca por la falta de vida, un rostro hermoso que en tres años había pasado de niña a mujer, su cabello largo y moreno, que caía sobre la almohada, el lugar donde deberían de estar dos grandes ojos verdes llenos de energía… Nunca se habían fijado tanto en ella, en cada detalle, en cada lunar, en cada rasguño… Seguramente porque estaban allí para despedirse, y en esta ocasión, por última vez.
*
Todos llevaban en silencio más de media hora cuando, de repente, entró alguien a la habitación.
-Llegó la hora chicos.- Dijo la enfermera.
-Le importaría esperar unos segundos, quiero despedirme por últi… -  No pudo seguir Mario.
-Tenemos que desconectarla ya, no habrá ningún cambio.
-Se lo pido por favor, es mi mejor amiga. Necesito verla un poco más. Por favor – Suplicó Miriam.
- De acuerdo, pero cinco minutos más.- Gruñó.
Miriam no pudo más, comenzó a llorar desconsolada y corrió a los brazos de Mario, aunque sintiera lastima por su amiga sabía que ése era el momento adecuado. 
-No te preocupes Miriam, todo irá bien.- Intentó tranquilizarla Pedro poniéndole una mano sobre su hombro – Ya verás -  Pero, aunque se hiciera el fuerte por fuera, por dentro estaba lleno de sentimientos contradictorios.
-¡Nada va a ir bien!- Sollozó Miriam falsamente, acercándose más a Mario, que no la abrazaba, apenas si había cambiado de posición- Ya no va a estar más con nosotros…
-Lo sé – Suspiró Pedro.
Volvieron a quedarse en silencio, qué más iban a decir, en momentos como ese las palabras sobran, lo único que tiene cabida son las lágrimas.
En aquel momento Miriam y Pedro no centraban su tristeza en Tatiana sino en Mario, aunque por diferentes razones. Éste, a su vez, estaba concentrado en rememorar a su hermana hacía tan solo cuatro o cinco años. Se sentía feliz, a la vez que triste, al pensar en aquellos días en los que ella chillaba ansiosa por ir a la playa, y más tarde, le obligaba a construir un castillo de arena gritándole que lo hiciera más y más alto. Y cómo olvidar cuando se metían en el agua e intentaban mantenerse erguidos sobre su tabla. Aún así su momento favorito, era, indudablemente, cuando, en la vuelta a casa, ella caía dormida encima de él, rendida por el largo, feliz e irrepetible día.
*
- No podemos esperar más, creedme que para mí tampoco es fácil, pero esto se acabó, le queda poco tiempo y debemos llevarla a quirófano– Sentenció la enfermera que esta vez venía acompañada por el médico.
- Lo siento muchachos, pero ya está todo hablado y si vuestra intención sigue siendo la misma debemos actuar ya. – Finalizó el médico
Mario intentó reprimir las lágrimas que habían aparecido desde aquel accidente. Pero ya sentía que no podía más, sentía que las pocas fuerzas que le quedaban estaban desapareciendo. Sin más, cayó sobre el sofá de invitados dispuesto a ver cómo su hermana seguía sufriendo y cómo irremediablemente su vida había acabado.
Miriam por su parte se preocupaba más por Mario que por su amiga que se moría. Se sentía egoísta pero se acordaba de la frase que tantas y tantas veces su abuela le había repetido “El muerto al hoyo y el vivo al bollo” Y ella ya sabía, porque se creía muy inteligente, que Tatiana moriría tarde o temprano y ella tenía que estar con Mario para apoyarle, y por supuesto para darle cariño, eso es lo que su mejor amiga habría esperado de ella.
Pedro no sabía que sentir. Era la primera vez que no conocía sus sentimientos. Estaba triste, pero ¿por su amigo o por otra razón? No lo sabía, estaba desconcertado. La miró de nuevo, su rostro, sus manos, su cuerpo delicadamente colocado sobre una camilla. No se movía ni un ápice, apenas un leve movimiento de pecho que mostraba cómo aún tenía respiración, un suave ondeo de su pelo provocado por la suave brisa que entraba por la ventana,  un repentino movimiento de mano.
- ¿De mano? – Exclamó.
- ¿Qué has dicho? – Preguntó el médico.
- Acabo de ver que su mano se movía. – Dijo dirigiendo su mirada al médico que se la devolvía con un gesto de locura – No estoy loco, sé perfectamente lo que he visto.
- ¡Mirad! Lo ha vuelto a hacer – Gritó Miriam con fingida alegría.
El médico cansado de las paranoias de los familiares, decidió que lo mejor sería seguirles el juego hasta que la paciente dejara de respirar delante de ellos. Pero en ese mismo instante, pudo comprobar cómo los dedos de su paciente se movían, impresionado no pudo articular palabra, ninguno podía hablar. Pero no hizo falta ya que fue la protagonista quién rompió aquel asombroso silencio.
-Pedro…

Domingo, 18 de octubre, 12:12h.
La habitación que escasos momentos antes había estado sumida en un triste e incómodo silencio, se había convertido en una jaula que encerraba sentimientos de lo más diferentes.
Mario, por una parte, incrédulo ante la perspectiva de que el primer comentario que su hermana pronunciara fuera para Pedro, una persona que pintaba muy poco en su vida. Y lo peor de todo no era el simple hecho de que hubiera pronunciado su nombre, sino que, además, había levantado su mano para que él se la tomara.
No pudo más, presenciar aquella escena le dolía. Es muy triste que la persona por la que tanto has luchado, por la que no has dejado ni un solo día de trabajar, aquella que ha ocupado tu mente durante tanto tiempo, te recompense exclamando el nombre de tu mejor amigo en vez del tuyo propio.
- ¡¿Pedro? Increíble! – Salió, ya era demasiado.
Miriam por su parte permanecía al margen de ello. Solo miraba de un lado a otro observando cómo ese simple nombre había influenciado, tanto a Pedro como a Mario. Y, por supuesto, pensando en cómo aquello afectaría a su futura relación con Mario.
-  Mario espera – Dijo Miriam persiguiéndole.
Y por último Pedro. Si minutos antes era una caja de sentimientos confusos y contrariados, en ese instante, eran extremadamente extraños. Había pronunciado su nombre, no se lo podía creer. Le había recordado. Después de tanto tiempo…
*
Sábado, 27 de Mayo, 16:18h.
...  recordó el primer día que la vio.
Aquel lluvioso día de Mayo estaba más que cansado, la noche anterior se había ido de marcha con sus compañeros de trabajo y no podía más. Encima aquella brasileña le había echo pasar una de las noches más largas de toda su vida. Pero eso no era lo peor,  y es que a las tres de la tarde le habían anunciado que tenía que ir a buscar a su jefe y a su esposa e hija al aeropuerto.
Ese día se estaba configurando como el peor día de su vida, aunque hubiera empezado estupendamente.
*
Y ahí estaba Pedro, de pie y con el abrigo empapado, esperando en la pista a que bajaran de su jet privado. La espera le aburría, estar de pie le cansaba y el tiempo le deprimía. ¿Qué podría hacer? Pensó en varias ideas aunque la que más le gustó fue la de coger su abrigo e intentar crear un nuevo río, además de hacerse rico por haber sido el primero en descubrirlo, podría ponerle un nombre, como Musi u O’culus. ¡Qué gracioso podía llegar a ser cuando se lo proponía!
Entonces es cuando se dio cuenta de que sus zapatos estaban desatados, seguro que aquella familia de pijos se sentiría molesta por tal ofensa. Se agachó y se ató sus bonitos cordones. Pero, cuando su tarea se vio acabada, levantó la vista, y cómo si de una película se tratara, su mundo dejó de girar. La vio.
*
 Por aquel momento, no medía más de un metro cuarenta y no pesaría más de cuarenta y cinco kilos. Lucía una preciosa melena morena larga acompañada por unos preciosos ojos azules. Pero, realmente, lo que más destacaba era su espléndida sonrisa, capaz de hipnotizar a cualquiera. Además tenía una característica manera de andar y dejar a todos anonadados.
- Muchacho, ¿Me has escuchado? – Dijo el que sería su jefe.
- Sí, señor. Mañana mismo solucionamos el problema – Se hizo el interesante.
- Muy bien, Muchacho, ¿Cómo te llamas?
- Pedro Alcántara, señor.
- Excelente, bueno pues resuelve ese “problema” y luego me explicas cómo lo hiciste.
- Claro, el problema…
- Realmente te dijo que ha llovido mucho – Me explicó aquella niña.
- ¿En serio?
- Sí – Se sonrojó, lo que la hacía aún más tierna y guapa.
- Bueno pues entonces me dejas muy tranquilo, ya tengo la solución – Le sonrió.
- ¿Y se puede saber cuál es?- Sonrió traviesamente.
En ese momento percibió cómo el color rojizo había mudado de su cara dando lugar a una expresión de curiosidad. La miró a los ojos y se acercó a ella. Al principio sopesó la idea de decirlo en alto, pero decidió susurrárselo al oído de modo que fuera su pequeño secreto.  Cuando ya estaba a escasos centímetros de su rostro lo soltó. Al principio notó cómo aguantaba una risa nerviosa pero, sin poder evitarlo, estalló a carcajadas. Si ya era mona callada, cuando reía, se superaba.
Y ahí estaba Pedro, mirándola embelesado, cuando escuchó un ruidoso carraspeo tras de él. Se trataba de su padre. “¡Perfecto!” Se dijo, “Seguro que así me ascienden”.
- ¿Si? ¿Quería algo? – Dijo rezando porque pasara por alto aquel momento.
- Sí, te preguntaba que donde nos hospedaremos. No sé por qué pero me gustaría saberlo. – Dijo dirigiéndole una mirada de odio.
- Al Hotel Rich por supuesto. Está un poco alejado de aquí pero no se preocupe, tengo el coche justo en la puerta – Respondió con su más falsa sonrisa.
- Gracias – Miró a su hija – Vamos Tatiana.
Tatiana, así se llamaba.

*
Sábado, 27 de Mayo, 17:20h.
-  Bueno pues ya hemos llegado. Espero que no se les haya hecho muy pesado el viaje – Anunció nada más llegar a la puerta de aquel lujoso hotel.
-  No, muchas gracias. – Respondió su jefe – Mañana a las 7 le espero aquí.
-  Por supuesto, señor.
Le dio sus maletas y con un leve gesto de despedida se metió dentro de su coche. Estaba harto y muy, pero que muy cansado. Suspiró. Aún su infierno duraría hasta el domingo. Suspiró de nuevo, debía de dejar de pensar en ello, mejor sería pensar que esa tarde la tendría libre, solo para ella.
-  Bueno, ¿qué? ¿Arrancas o llamo a un taxi? – Dijo refunfuñando su compañero.
-  Una cosa te voy a decir, la carne de cerdo nunca ha sido tan exigente como en los últimos tiempos.
-   Serás idiota – Respondió su compañero junto a un golpe en el hombro.
Era la primera vez desde que su jefe había llegado que se había reído tanto. Estaba tan feliz que hasta las lágrimas saltaban de sus ojos. Sin lugar a dudas no hay mejor cosa en la vida que una verdadera amistad.
- En fin, pongámonos serios. Hay algo que te tengo que decir – Dijo inquisitivo - ¿Sabes que el jefe te tiene manía, no?
- ¿Sí? No lo había notado fíjate – Ironizó Pedro - ¿Por qué será?
- Si quieres te enumero las posibles causas – Comenzó – Primero, te habla y tú ni le miras a la cara, después le respondes a una pregunta, que seguro que ni siquiera sabías que te había hecho, y, por último coqueteas con su hija.
- Pero cómo voy a coquetear con ella, no digas tonterías, ¿No te das cuenta de que ella juega con muñecas y yo con brasileñas?
Domingo, 18 de octubre, 12:25h.
-          ¡ Mario espera! – Gritó de nuevo Miriam.
-          ¿Qué quieres que espere? ¡Dios! – Dijo Mario mientras se detenía tras una larga carrera.
-          Venga Mario, tranquilízate – Suspiró – Tampoco es para tanto… Seguro que ha sido simplemente porque … no sé… ¿Quién fue la última persona que habló aquel día con Taty?
-          Él.
-          Pues ya está. Venga no te comas la cabeza – Se acercó a él – Sabes que ella te quiere muchísimo…
-          Já… ¿Tú crees? – Dijo resignado.
-          Sí, aunque sé que alguien más te quiere – Le miró a los ojos
-          ¿Si? Me sorprendes. ¿Y quién es?
De repente el móvil de Mario comenzó a sonar. Miró el número en la pantalla. Era Pedro, suspiró ¿Qué querría?
-          ¿Sí?
-          Mario sube, por favor, tu hermana está ya casi completamente despierta y ha preguntado por ti. Deja de hacer el gilipollas y sube.
-          Vale – Respondió secamente.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

no podeis dejarnos así!! jaja

Anónimo dijo...

JOEEEE QE SUSPENSE MADRE ME A ENCANTADO ESTA DE FABULA BUA ESPERO QE SALGA EL SABADO A PRIMERA HORA QE NO ME LO QIERO PERDER

Corazon de Plata dijo...

increible, ya necesito leer el siguiente
estan hermosos

Anónimo dijo...

Lo siento pero no me ha gustado que pusierais fotos de famosos a los personajes. Creo que es mejor que cada uno/a se los imagine como quiera.
De todas formas me encanta la historia!

Damisela dijo...

UUffff ya quiero leer el proximo capitulo
super interesante!!!