Insistente amor

Lunes, 19 de Octubre, 12:11h.


- Venga no seas tonto, ¿Quieres dejar de taparme los ojos? – Dijo Tatiana soltando una carcajada inocente.
-¿Cómo se pide? – Jugueteó Pedro.
-  Por favor – Suspiró resignándose.
- 1…2…3 Et Voilá!


En ese instante un nuevo hogar se postró ante sus verdosos ojos. No era nada del otro mundo, apenas una sala enorme que algunas veces funcionaba como salón y otras como cocina. La decoración consistía en dos plantas medio secas, una televisión destartalada y el mobiliario típico de una pequeña casa. En resumen, era totalmente encantadora.
- Es… es…
- ¿Un cuchitril?
- Calla tonto – Le golpeó cariñosamente – Es Perfecta. Un poco a lo pisito de solteros a los que no se les aguanta, pero qué le vamos a hacer – Y limpiando una mota de polvo situada sobre el televisor añadió – Aquí hace falta urgentemente una mano femeni…


Calló al recibir un cojinazo.


Lunes, 19 de octubre, 14:00h

Todo estaba en calma. Los pasillos, desiertos, las taquillas, cerradas, los sueños, apartados en un pequeño rincón de las jóvenes mentes estudiantiles, solo se escucha el sonido de las tizas acompañado de los bolígrafos, el resto, solo es silencio.
-          ¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING!


Tan rápido como la tranquilidad llega a una clase cuando se presentan los examenes, tan veloz como cuando un profesor muestra lo que será cuestionado en el futuro, tan repentinamente, el silencio se convirtió en mesas arrastradas, comentarios fugaces y posibles próximos planes. Pero entre todo aquel ruido una voz sobresalía, aunque no sin cierto esfuerzo:
- Y no lo olvidéis, el miércoles es el examen. Estudiad y si no lo hacéis, ni os molestéis en entrar por esa puerta. Buenas tardes.
-  Don Francisco espere – Exclamó otra voz desde la lejanía.
-  Dígame Domínguez.
- Señor, verá, el otro día andando por la calle me topé con una seta muy extraña, me pregunté a qué especie pertenecería.
Y eso nos lleva a… ¿Qué? Abrevie, haga el favor.
-  Sí,sí. Verá, pensé que podríamos pasar la noche en un espacio natural. Y antes de que me malinterprete, le explico. Como yo, mis compañeros tienen varias dudas sobre las diferentes especies, tanto animales como vegetales, por ello sopesé la idea de hacer una salida campestre y poder conocer la teoría más allá de los libros- Unos instantes de tensión participaron en aquella atípica conversación antes de que Lucas acabará con ella - Señor, ¿Qué le parece?
- Sabiendo cómo es usted, con quién va y en qué piensa, me parece impresionante que haya podido concebir esa idea. – Respondió a un muy nervioso Lucas – Pero tras esta grata sorpresa le diré que sí, que estoy de acuerdo. Háblelo con el encargado de extraescolares y prepárenlo.
- Sí, señor. – Dijo Lucas recogiendo sus cosas y dirigiéndose a la salida.
- Domínguez
-  ¿Sí?
- No lo olvide. Nada de tonterías.
- Sí, señor – Y se marchó, no sin antes dedicarle una pequeña sonrisa de complicidad.


Otra vez aquel silencio. Aquel tan idílico silencio tras haber acabado una clase con futuro. Suspiró. Estaba agotado, cansado, e incluso un poco desesperado, pero recordando aquel insistir, aquella excursión y aquel tan bello final. Sonrió. Fue perfecto, tal y como lo planeo. Tenía que reconocerlo, le resultó extraño cuando Lucas se acercó a él, pero cuando le explicó su proposito, se transladó a otro lugar en un tiempo ya muy lejano. Donde los jóvenes aún hacían poemas y regalaban rosas a sus bellas enamoradas sin esperar más que un beso, donde el amor se respiraba en cada esquina de la universidad. Qué tan bella época aquella, qué diferente era de la actual. Ahora los jóvenes en vez de escribir poemas dedicaban su tiempo a beber y conducir una moto llevando a su futuro ligue en la parte trasera, en vez de regalar rosas, regalaban tatuajes con su fecha y nombre grabado en su piel. De repente, se detuvo, y con una sonrisa pícara se dio cuenta de algo muy evidente. Se había equivocado, es más, un alumno le había demostrado que se había equivocado. Y es que, al parecer, el romanticismo, aún, no había muerto.



Martes 20 de Octubre, 10:17h.
Con una taza de café caliente en la mano miró hacia la ventana. Miles de transeuntes con sus propias vidas circulaban sin tan siquiera mirar la cara de la persona con la que se cruzaban, el sol brillaba sobre el cielo como hacía tiempo que no ocurría y los coches seguían con su matutino trayecto. Pero para ella nada de eso era importante, y no lo disimulaba, estaba feliz, ¿la razón? La persona que ocupaba el lado derecho de su  cama. Y es que desde que a su tan poco amable vecina se le cayó cualquier maldito cacharro de los suyos, no había dejado de pensar en él. En su pelo rizado enredado en el que le encantaba perderse, en aquellos labios carnosos que necesitaba besar a cada instante, en sus brazos que le hacían sentirse mujer, su torso, desnudo, que invitaba a continuar sumergiéndose en su cuerpo. Todo en él le gustaba, era perfecto. Y lo mejor, de su propiedad.

-          ¿Pichoncín? ¿Dónde estás? – Preguntó influenciado aún por el sueño.
-          Aquí amor mío. ¿Necesitas algo?
-          Cierra la ventana, hace mucho frío.
-          Claro amor.
-          ¿Qué haría yo sin ti pichoncita mía?
 E inclinándose Sandra a la ventana pensó: “Si es que ya lo dice el dicho <<El que la sigue la consigue>> Y yo, lo he conseguido.”

Jueves, 22 de Octubre del 2009, 11:38h.
Despertó de su ensimismamiento al oír la alarma del microondas y respirando profundamente percibió el especial olor del café. Se acercó, y con gran ingenuidad, tocó la taza sin percatarse del humo que ésta desprendía. Repentinamente, la soltó provocando la pérdida de poco menos de media taza y maldiciéndose interiormente. A pesar de ello, se dispuso a coger el azúcar y la leche para compensar la vacía taza, aunque con la leche todo funcionó bien, pronto se percató de que lo que sostenía en la mano era sal.

-          Pero ¿Qué me pasa hoy?

Resopló. Y con decisión, cogió la bandeja y se dirigió hacia la habitación donde Tatiana dormía  sin dejar de escuchar cómo el vaso de zumo emitía un chirriante sonido debido al temblor de sus manos.
Sintiéndose como el mejor de los malabaristas del circo del sol, intentó abrir la puerta evitando cualquier accidente doméstico. Una vez que consiguió la ardua tarea de abrir una puerta, se dispuso a entrar. Lo que vio le dejó sin palabras. No es que no hubiera visto a una mujer durmiendo a su lado envuelta en sábanas, sino que nunca había visto a esa mujer en aquella situación. No pudo evitar que una pequeña, de lo que antaño había sido una gran sonrisa, se dibujara en su cara, y es que hacía mucho tiempo que no se sentía de ese modo.

Estaba tan concentrado en mirarla que no se percató de que sus pies habían caído en la famosa trampa de los cables del ordenador. Fue demasiado tarde. En un segundo pasó de estar contemplándola desde arriba a hacerlo desde el suelo. Pero lo peor fue que echó a perder el difícil desayuno que previamente había preparado. Y por supuesto, la despertó.

       Tatiana al comprobar que era Pedro quien se había caído, no pudo evitar reírse de él, aunque antes se le pasó por la cabeza tirarle un libro encima.

-          ¿Pero se puede saber qué has hecho? – Dijo Tatiana entre risas.
-          ¿A ti nunca te han enseñado a recoger aquello que has terminado de utilizar?
-          Perdona, pero es que no pensaba que alguien iba a entrar a mi cuarto. Y menos tú.
-          Perdóname tú a mí por haberte preparado el mejor desayuno que nunca probarás – Respondió con un cierto tono irónico.
-          Aaa si es por eso… - Dijo Tatiana arrepintiéndose de como le había tratado – Lo siento, de verdad, tu siempre estás pensando en mí y voy yo y te pongo peligros de por medio.
En ese momento, y sin apartar la mirada de ella, a Pedro se le ocurrió algo que si no hubiera sido la hermana de su mejor amigo, le hubiera confesado.
“No es que siempre piense en ti, es que nunca he dejado de hacerlo”


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